Otra cosa que me preocupa es cómo se lo tomará Ford.
Ford es mi mejor amigo de todos los tiempos. Es el Orejones López de Manolito Gafotas. El Hernández de Fernández. La Pili de Mili. El Ortega de Gasset. El Ramón de Cajal. El Martes de Trece… y ya no pongo más ejemplos, creo que ya os hacéis una idea de lo importante que es en mi vida.
Pues resulta que hace un tiempo le conté cómo me sentía. Él, que es un tío pragmático donde los haya (pero con un corazón que se le sale por todos los lados), no entendía nada… y hacía coñas casi constantes sobre el tema.
Me conoce bien, y sabe que soy un poco Wilde en determinados temas (“puedo resistirlo todo excepto la tentación”), de manera que conoce muy bien mis limitaciones a la hora de tomar decisiones a la hora de privarme de determinados placeres…
Ford siempre me ha respetado, como yo a él, y se que no habrá ningún problema con esto, pero no quiero forzar las cosas. No quiero que, en nuestros encuentros, Ford y Audrey (su pareja) se sientan forzadxs a devanarse los sesos cuando se trate de comer algo. Está claro que el que tiene que hacer el esfuerzo, adaptarse y preocuparse del tema soy yo, pero ya nos conocemos… y no quiero que se sientan obligadxs a nada por mi culpa.
Una sensación rara en mi: la necesidad de aprobación. Siento que tiene una importancia desmedida en lo que es habitual para mi lo que Ford piense/diga/opine del tema. Necesito que me apoye… y se que lo hará.
No se, a lo mejor hago trampa y le dejo leer este blog.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario